Mis primeros pacientes a cuatro patas llegaron a mí sin previo aviso. Normalmente los pacientes que acudían a mi consulta me hacían algún comentario referente a su mascota dentro del contexto de su propia desarmonía. Poco a poco, ellos y yo, nos dimos cuenta de que los animales de compañía reflejaban conductas de comportamiento asociadas a los propios comportamientos de sus amos. Así, que muchas veces, al tratar a mi paciente su mascota también mejoraba. Eran el reflejo de los miedos o preocupaciones de la persona que tenían de referencia. A medida que estas mejorías se materializaban me iba adentrando cada vez más en el complejo mundo de los animales y sus desequilibrios emocionales.
Con ello no quiero decir que siempre que un animal presenta un problema de comportamiento la causa tenga que ser, por fuerza, la falta de equilibrio emocional de su dueño, algunos animales han pasado por situaciones traumáticas que nada tienen que ver con la relación que mantienen con las personas con las cuales conviven, pero sí que se manifiestan en la convivencia con ellos, y que se agravan al no saber sus dueños como reconducir esta situación en la relación. Por eso es tan importante conocer tanto el problema de base que presentan estos animales como la forma que tienen las personas de reaccionar ante determinados comportamientos de sus mascotas.
En primer lugar hay que tener en cuenta, aunque algunas voces se alzaran en contra de esta afirmación, que los animales tienen sentimientos, emociones y raciocinio. También es verdad que el instinto de cada especie juega un papel muy importante en su comportamiento, pero no es, ni de lejos, el único factor de sus reacciones ante determinadas situaciones. Hay quien me rebatiría incluso diciendo que los animales no tienen memoria y que por lo tanto no pueden razonar y emocionarse, podría añadir una larga lista de vivencias con animales que demuestran todo lo contrario, pero sería entrar en un debate que no llevaría a ninguna parte, por lo tanto me ceñiré a lo que yo creo y a lo que me sirve de base para tratar a estos pacientes especiales que no tienen voz para expresarse pero si emociones que mostrarme.
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Athena y Malva |
La terapia floral no está orientada a combatir los síntomas negativos o los desequilibrios, sino a diagnosticarlos, y a partir de ahí, inundar de vibraciones armónicas hasta transformar actitudes, emociones y sentimientos. Las esencias florales, obtenidas mediante un maravilloso proceso alquímico, poseen una vibración específica, o sea, que energéticamente oscilan a una determinada frecuencia, y ésta tiene su correspondiente resonancia en una emoción o un sentimiento determinado. Si existe conflicto emocional la frecuencia de la vibración del campo energético se distorsiona, y es aquí donde actúa la esencia floral. Al entrar en contacto con el campo energético desarmonizado actúa como un bálsamo, restaurando y equilibrando. No combate el síntoma, sino que lo equilibra y restaura la armonía, potenciando a la vez los valores positivos de esa emoción o sentimiento, que a su vez transformará el comportamiento. Un perro que demuestra su miedo con agresividad ante los otros perros: "antes de que me ataquen, ataco yo", logrará vencer ese miedo, siendo capaz de ver a los otros perros, no como posibles agresores, sino como compañeros de juego, trasformando ese estado emocional desequilibrado en otro armonizado.
Los animales presentan diversos trastornos emocionales que implican conductas no deseables por contagio del medio ambiente (experiencias vividas o del entorno en el que se mueven), o de sus dueños (comportamiento propio del dueño o en relación con el animal), pero al no ofrecer resistencia emocional ante el tratamiento, como a veces puede ocurrir con las personas, los resultados del tratamiento floral son notables.
Dentro del tratamiento floral con animales nos encontramos con una parte positiva y otra negativa. La negativa es que, como que por ellos mismos no pueden explicarnos lo que les sucede, es más difícil clarificar la desarmonía emocional. El diagnóstico es a través de un tercero, con lo que no es fácil deducir lo que realmente le sucede, ya que están mezcladas su propias emociones y las de la persona que las vivencia con él, y como al principio he comentado, en ocasiones el comportamiento del animal está íntimamente relacionado con el comportamiento del dueño, por lo que, al igual que ocurre cuando se está tratando a bebés o niños pequeños que la mayoría de las veces también han de seguir tratamiento los padres, los dueños también han de hacerlo, y eso, en ocasiones, presenta resistencias y hasta abandono del tratamiento. La parte positiva es que los animales no ofrecen resistencia emocional y no presentan un amplio abanico de emociones entrecruzadas u ocultas, como ocurre con las personas, por lo que el tratamiento, una vez focalizado, funciona con efectividad y rapidez.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que no todos los animales reaccionan al tratamiento de igual forma, al igual que no todos presentan los mismos síntomas ante una situación similar. Los hay que a los pocos días ya presentan un cambio apreciable y otros, en cambio, les cuesta más modificar sus reacciones, pero el tratamiento, aunque los cambios sean muy rápidos, no deberían suspenderse, ya que hay que permitir que los cambios internos se produzcan en profundidad para que puedan ser duraderos. Si el tratamiento se interrumpe antes de tiempo podrían no haberse equilibrado totalmente las desarmonias vibracionales y retroceder en lo ya conseguido, volviendo al punto de partida.
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Hocku después del accidente |
Como ya he comentado antes, algunos animales reaccionan o se comportan en relación a las reacciones o comportamiento de sus dueños, pero en otras el desequilibrio emocional tiene un componente externo. Casi todas estas reacciones desequilibradas: excesiva territorialidad, marcaje con orines, agresividad, tristeza, apatía, negación a salir de un entorno conocido, comportamiento obsesivo o descontrolado, pueden ser provocadas por rechazo o malos tratos anteriores, destete inadecuado, abandono, operaciones quirúrgicas, accidentes, sustos... dando como resultado un comportamiento anómalo, y tras éste, en la mayoría de los casos, se oculta el miedo. Una operación quirúrgica o accidente, además de que el aura queda dañada, hay un trauma (emocional, físico y mental), al que habrá que añadir olores diferentes en sí mismo debido al tratamiento recibido o en su entorno, que pueden llevar al rechazo, desconfianza o falta de aceptación de él mismo o de otros animales con los que se relaciona. En otros casos puede perder movilidad y necesita adaptarse a los nuevos cambios y aceptarse.
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Athena tomando sus gotas en una manzana |
El tratamiento puede ser dado directamente de la ampolla, y en casos en los que el animal es reacio a tomarlo, desconfía, o hay dificultad para dárselo, se le puede añadir al agua del bebedero o en la comida. Pero siempre es mejor dárselo directamente para asegurarnos de que lo está tomando correctamente. Muchos animales son tan intuitivos que no sólo no ponen resistencia a seguir un tratamiento, sino que son ellos mismos los que lo piden cuando llega la hora determinada en el que se les administra diariamente, y llegado el momento en el que éste ya ha concluido lo rechazan o no lo demandan.