La vida es el poder que cura, la utilización de este poder de autocuración se ha atrofiado con el tiempo. Ahora el hombre necesita un catalizador para entrar de nuevo en contacto con esta cualidad y volverla a despertar.
En Metamórfica los practicantes son catalizadores del mismo modo que lo es la tierra. Una semilla cae al suelo y la tierra y los elementos simplemente aflojan su estructura física: dentro de la semilla está contenido el poder que libera su potencial de crecimiento. El practicante, como la tierra, desata una estructura en el paciente, es un catalizador, pero no lo es con un propósito en particular. Se produce un encuentro entre la tierra y la semilla sin que ninguna de ambas partes exprese o imponga necesidades. El practicante y el paciente se encuentran en este trabajo y, de forma similar, no hay expectaciones ni imposiciones.
En Metamórfica los practicantes son catalizadores del mismo modo que lo es la tierra. Una semilla cae al suelo y la tierra y los elementos simplemente aflojan su estructura física: dentro de la semilla está contenido el poder que libera su potencial de crecimiento. El practicante, como la tierra, desata una estructura en el paciente, es un catalizador, pero no lo es con un propósito en particular. Se produce un encuentro entre la tierra y la semilla sin que ninguna de ambas partes exprese o imponga necesidades. El practicante y el paciente se encuentran en este trabajo y, de forma similar, no hay expectaciones ni imposiciones.
La vida empieza en la concepción cuando se forma la primera célula. Durante el periodo de gestación, los nueve meses transcurridos entre nuestra concepción y nuestro nacimiento, se establece nuestras estructuras físicas, mentales y emocionales. La vida después del nacimiento tiene sus raíces en nuestra vida antes de nacer y está influida por este periodo prenatal. Es esta estructura temporal la que debe ser liberada.
Durante esos nueve meses muchos factores diferentes influyen en nosotros: la manera de ser de nuestros padres, el mundo cultural y el entorno en el que vivimos, la etapa evolutiva alcanzada por el hombre, junto con influencias inmateriales y cósmicas. Somos, en esencia, la conciencia establecida durante la gestación como resultado de las influencias presentes en la concepción. Mientras la tierra trabaja sobre la estructura básica de las semillas, el practicante, como un catalizador, libera una estructura abstracta de tiempo, la del periodo de gestación. Esta estructura está reflejada en el cuerpo, particularmente en ciertas partes del pie, de las manos y de la cabeza. Masajeando ligeramente estas partes, este periodo formativo, esos nueve meses pueden ser reencontrados y liberados.
Los cambios se deben al propio poder de curarnos a nosotros mismos, de crearnos literalmente a nosotros mismos, por eso la actitud del practicante debe ser la de verse como un mero catalizador, sabedor de que la propia fuerza vital del paciente hará lo que resulte adecuado ya que nuestra fuerza vital trabaja con el propósito de realizar nuestro potencial de seres humanos. El poder actúa en el interior del paciente y puede idear varias circunstancias para alcanzar un estado de integridad y totalidad.
Durante esos nueve meses muchos factores diferentes influyen en nosotros: la manera de ser de nuestros padres, el mundo cultural y el entorno en el que vivimos, la etapa evolutiva alcanzada por el hombre, junto con influencias inmateriales y cósmicas. Somos, en esencia, la conciencia establecida durante la gestación como resultado de las influencias presentes en la concepción. Mientras la tierra trabaja sobre la estructura básica de las semillas, el practicante, como un catalizador, libera una estructura abstracta de tiempo, la del periodo de gestación. Esta estructura está reflejada en el cuerpo, particularmente en ciertas partes del pie, de las manos y de la cabeza. Masajeando ligeramente estas partes, este periodo formativo, esos nueve meses pueden ser reencontrados y liberados.
Los cambios se deben al propio poder de curarnos a nosotros mismos, de crearnos literalmente a nosotros mismos, por eso la actitud del practicante debe ser la de verse como un mero catalizador, sabedor de que la propia fuerza vital del paciente hará lo que resulte adecuado ya que nuestra fuerza vital trabaja con el propósito de realizar nuestro potencial de seres humanos. El poder actúa en el interior del paciente y puede idear varias circunstancias para alcanzar un estado de integridad y totalidad.
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