FUCHSIA (California)
"Eton y yo”
La selva era
todo lo que conocía, era su mundo, más allá de aquella maraña de plantas no existía nada para él. Su familia, su grupo, sus árboles, sus lianas, sus
juegos… se sentía protegido, era feliz. Pero un mal día todo aquello cambió
para siempre. Ruidos ensordecedores llegaron de todos los rincones, destellos
de luz que mataban, gritos que asustaban, y entre medio de todo aquello, el
dolor. El dolor de ver morir a tu familia, a todos aquellos que amas, y después
no saber nada más. No saber que va a ser de ti, donde te van a llevar, que
dolor te pueden causar. Aunque el mayor dolor de todos ya te lo han causado,
han aniquilado a tu familia, te han arrancado de tu hogar y de los tuyos. Han
destruido tu mundo… el hombre ha llegado a la selva.
Estas fueron
las duras vivencias de Eton, mi mejor amigo, un orangután.
Con apenas
unos meses de edad Eton vivió la experiencia más traumática que nadie debería
vivenciar jamás, animal o humano, da igual. Tal vez me identifiqué tanto con él
porque yo mismo pasé por una situación parecida. Vi aniquilar a todo mi poblado
por aquellos mismos, que tiempo atrás, se hacían llamar nuestros hermanos, y
todo por diferencias de creencias o de castas ¿cómo un ser humano puede causar
a otro tanto dolor? Desde el poco tiempo que llevo pisando ésta tierra he visto
muchas cosas, y me sigo preguntando ¿dónde está la humanidad en los humanos? Me
gustan más los animales, son más predecibles, te ofrecen su amor sin
condiciones, y no te preguntan jamás de que cultura procedes o que religión
procesas. Te aceptan y ya está, y cuando lo hacen, es para toda la vida.
Eton y yo
tuvimos la fortuna de ser rescatados de las garras de la barbarie humana. Por
suerte no todos los humanos son iguales, sigo opinando que hay humanos que se
comportan como los animales, y eso lo digo en el buen sentido de la palabra.
Esos humanos son los que creen en el respeto hacía el otro, que no hacen daño
por diversión ni por placer y que viven según su instinto más primitivo, el del
amor. Con esa clase de humanos me relaciono bien. Gracias a una pareja de
humanos de esa clase Eton y yo nos conocimos. Ahora somos como hermanos, lo que
le duele a uno le duele al otro, lo que emociona a uno emociona al otro.
Dormimos siempre juntos y abrazados, tal vez porque ambos necesitamos sentir el
calor de un cuerpo amigo o de escuchar los latidos acompasados de un corazón
capaz de amar. Nadie realmente conoce nuestra historia, pero yo conozco la suya
y él conoce la mía. Me dicen que eso no es posible, para saber historias es
necesario saber hablar, pero nosotros no necesitamos palabras, nos sobra y nos
basta con el amor que nos tenemos, él habla por nosotros, y los dos lo
entendemos.
Tenemos un
dolor muy grande guardado en nuestro interior, que no sabemos expresar, que no
sabemos canalizar. Nuestras emociones se quedaron atrapadas en un lugar difícil
de alcanzar, muy recóndito, muy oculto. La pareja de humanos que nos acogió
intenta llegar hasta allí, pero no lo consiguen ¿Cómo van a poder hacerlo si ni
nosotros mismos sabemos encontrarlo? Ellos creen que les tenemos miedo y que
por eso no expresamos nuestras
emociones. Nada más alejado de la realidad. Les tenemos algo muy cercano al
amor ¿gratitud?, ¿cariño?, ¿respeto?, ¿afecto? Podría ser cualquiera de ellas o
todas juntas. De momento nada más, Eton y yo, nos esforzamos día a día para
poder compartir con ellos lo que ambos sentimos el uno por el otro, pero por
ahora hay un punto de desconfianza y no podemos hacerlo con libertad. Pero
miedo no, jamás. Ellos nos rescataron, nos curaron las heridas, nos alimentaron,
nos abrigaron y nos abrieron su casa de par en par. Vivimos con ellos. Sé que
sienten algo muy especial por nosotros, que sus corazones están a nuestra
disposición, pero los nuestros sangran aún demasiado. Tal vez el día que dejen
de hacerlo podremos ser una familia, como la que tuvo Eton, como la que tuve
yo. Pero hoy por hoy, es lo que hay.
Hoy me he
levantado con un dolor muy grande en la pierna, ni puedo moverla, me cuesta
caminar. Ella ha venido enseguida y me ha preguntado si me había golpeado con
algo, si me había caído. Nada de aquello había pasado. He visto preocupación en
su semblante. Eso me asusta ¿Y si decide que ya no puedo vivir aquí? Que sería
de Eton, no me tiene más que a mí. Pero enseguida me he tranquilizado, no
quiere echarme. Lo he sabido cuando me ha abrazado y me ha consolado. Hubiera
querido devolverle el abrazo, era muy cálido, pero no he podido, no sé hacerlo,
en cambio con Eton es diferente puedo dárselos sin problemas, y él a mi. La
hinchazón de mi pierna ha bajado, ya no me duele.
Esta noche no
he podido cenar, me dolía mucho la barriga. Ella me ha tocado la frente con sus
labios y le ha dicho a él que no tengo fiebre. No sé que es eso, solo sé que no
puedo comer porque siento mucho dolor. Me ha acompañado hasta la cama y me ha
arropado, luego ha posado sus labios en mi mejilla, me ha susurrado que todo se
iba a arreglar y ha apagado la luz de la mesilla. En cuanto se ha ido la he
encendido de nuevo, no me gusta la oscuridad, en ella ocurren cosas malas. Era
de noche y todo estaba oscuro cuando atacaron mi aldea. Cuando me acuerdo
tiemblo, pero tengo a Eton que lo sabe y se viene a la cama junto a mi y me
abraza con fuerza.
Hoy se han
puesto muy nerviosos conmigo. No sé porqué me he puesto tan excitado y he
comenzado a chillar, del llanto he pasado a la risa y de la risa al llanto. No
sabía como parar. Ella ha intentado abrazarme, yo no me dejaba, pero al final
lo ha conseguido. Y me ha gustado.
Cuando
volvíamos en coche ha comenzado a dolerme mucho la cabeza y he vomitado, él ha
parado enseguida el motor y ella me ha sujetado la cabeza mientras vaciaba todo
mi estómago. Eton se ha asustado mucho y ha empezado a chillar y a dar saltos.
Hemos hecho el camino restante abrazados en el asiento de atrás. Al llegar a la
casa la cabeza ya no me dolía pero la pierna volvía a molestarme, curiosamente
a Eton parece pasarle lo mismo porque ha entrado arrastrando un pie. Ellos se
nos han quedado mirando de una forma muy extraña, me he dado cuenta de que con
la mirada parecían preguntarse el uno al otro qué era lo que estaba sucediendo.
De un tiempo a
esta parte cuando no me duele el pie, me duele la cabeza, y cuando no los oídos
o el pecho. Cada vez que un dolor se desplaza a otra parte de mi cuerpo a Eton le
pasa lo mismo. Y los dos nos consolamos abrazándonos.
Por primera
vez los he visto enfadados. Eton y yo
nos hemos puesto nerviosos con la tormenta. Los truenos y los relámpagos nos
recuerdan a ambos más cosas de las que quisiéramos. Nos hemos puesto a chillar
como locos. Eton saltaba de aquí para allá y ha roto varias cosas, yo corría y
me escondía por todas partes y también he organizado un gran estropicio.
Después ha venido el llanto. Hasta entonces ellos solo estaban preocupados,
pero cuando Eton y yo nos hemos mirado y hemos visto la cara que teníamos y
todo el jaleo que habíamos organizado, nos ha cogido un ataque de risa del que
no podíamos parar. Al vernos reír de aquella manera tan histérica se han
pensado que nos reíamos de ellos y de lo que habíamos hecho. Es entonces cuando
se han enfadado. No me ha gustado verlos así. Me he sentido triste, pero no he
sabido como decírselo. Eton si lo sabe, a él si que se lo he dicho.
Por la mañana
ella ha venido y me ha dado un beso, creo que ya no está enfadada. Me hubiera
gustado un abrazo, pero no he sabido como pedírselo. Eton, que se ha dado
cuenta, ha corrido para dármelo.
Aunque me
dolía mucho la garganta no le he dicho nada a ella. Se la veía contenta y no
quería que dejarla de estarlo. A veces creo que se preocupa por mí y eso me
gusta, pero prefiero verla sonreír. Nos ha dejado que la acompañemos al
mercado. Es la primera vez que nos lleva. Al principio se ha resistido a llevar
también a Eton, pero ante mi negativa a soltarlo de la mano al final lo ha
dejado venir con nosotros. Eton me ha mirado todo el camino con cara de
agradecimiento. Pero yo no lo he hecho para que me lo agradezca, lo he hecho
porque es mi amigo.
En el mercado
ha dejado de dolerme la garganta, se estaba bien allí rodeado de tantos colores
y olores agradables. No se porqué, de pronto, me he torcido el tobillo, no
podía caminar y ella me ha tomado en brazos. Cuando hemos pasado cerca de aquel
camión el vello de la nuca se me ha erizado. Su olor me ha traído recuerdo que
prefiero olvidar. Al cabo de un buen rato ella me ha dejado en el suelo para
comprar unas plantas. El tobillo ya no me dolía. Como ha visto de la forma que
miraba una planta en especial la ha comprado, una para mi y otra para Eton. El
resto del camino no nos hemos separado de la planta. Es muy bonita, esta llena
de flores de un rosa muy intenso que cuelgan en forma de campana apuntando
hacia el suelo. Yo no dejo de tocarlas. Me recuerdan a las danzarinas de mi
poblado cuando al bailar se subían los dos lados de la falda exterior para que
se les viera la otra que llevaban por debajo. Era bonito aquel baile.
Ella ha visto
que nos gustaban tanto las plantas que nos ha comprado en el mercado que ha
dejado que nos las lleváramos a la habitación. Eton y yo no dejamos de
observarlas, tienen algo mágico que nos atrae.
Después de
pasarme toda la tarde mirando las flores y acariciándolas no sé que me ha
pasado. De pronto, un dolor muy fuerte me ha cogido en la garganta, el mismo
que esta mañana, pero mucho más fuerte. Luego se ha suavizado. Entonces ha sido
la cabeza la que parecía que fuera a partirse como un melón maduro. El dolor ha
ido desplazándose de aquí para allá. La pierna, el pie, los oídos. Después de
ese recorrido se ha instalado en el centro de mi pecho. Como si alguien
intentara sacar un machete que tuviera clavado. Y ha sido entonces cuando algo
en mi interior se ha desgarrado. El llanto se ha desatado como un torrente que
no podía parar. No sé en que parte estaban ocultas, pero de pronto he sentido
mucha rabia, mucha ira. He tenido ganas de tirar cosas y romperlas, pero ha llegado
ella y me ha abrazado. Me ha mecido como a un bebé, y he sentido como aquel
fuego desatado remitía, se extinguía. Entonces, arropado en sus brazos y
sintiendo el latir de su corazón, me he acordado de mi madre, de sus caricias,
de sus besos. El llanto ha arreciado, pero esta vez no era doloroso, era dulce.
Era un llanto de liberación.
Mientras que
mis ojos no cesaban de derramar lágrimas, por mi mente han pasado imágenes de
mi vida anterior. Cuando estaba en mi poblado. Me he acordado de todo lo que
pasó entonces. De todo aquello de lo que no quería acordarme. He comprendido
muchas cosas. Ahora sé porque me dolía la cabeza, no quería que los recuerdos
la inundaran, los aprisionaba para que no salieran. Por eso el estómago se me
vaciaba sin previo aviso, había recuerdos que mi cuerpo quería expulsar. Mis
piernas y mis pies también me han explicado muchas cosas. Ellos no querían
recorrer de nuevo el camino del horror y se negaban a caminar, por eso se
inflamaban y dolían. Y mis oídos, qué decir de mis oídos. Habían escuchado tantas
cosas malas que presionaban hacía los lados para no dejar pasar ningún sonido
más. El llanto está remitiendo. Me siento mejor, más liberado. Aún hay dolor en
mi interior pero ahora sé que nada malo puede pasarme ya, estoy a salvo. Ella
me quiere. Él también. Está junto a nosotros, nos abraza a los dos. Su abrazo
me trasmite calor, me trasmite seguridad. Creo que ese cosquilleo que siento en
la boca del estómago puede ser felicidad. No lo sé, me tengo que dar tiempo. Y
también a ellos.
Eton no ha
dejado de observarnos todo el rato. Ellos, mis padres adoptivos, creerán que
está haciendo muecas, pero yo lo conozco bien. Esta sonriendo. Él también se
siente feliz. Sabe que hemos encontrado una familia. No es la familia que
teníamos antes de que todo sucediera. Pero es nuestra familia de ahora. Paso a
paso sé que podemos conseguirlo. Sé que a Eton y a mí nos falta poco para poder
entregar nuestro corazón como ellos lo hicieron hace tiempo. El nuestro todavía
sangra, pero ya menos. Dentro de poco dejará de hacerlo del todo. Entonces sí,
entonces podremos ser una familia como las demás. Una familia como la de Eton.
Una familia como la mía.
Esta mañana
mamá me ha ayudado a trasplantar la planta que me regalo hace unos meses, se ha
puesto enorme y necesita un espacio más grande para seguir creciendo. Papá dice
que de seguir a ese ritmo pronto
podremos plantarla en el jardín. Tengo muchas ganas de poder hacerlo, así, cuando
salgamos a cenar al aire libre por las noches todos juntos, podremos disfrutar
de su visión ¡es tan bonita! Pero papá dice que tendremos que ponerla alejada
de la canasta de básquet porque sino con lo fuerte que lanzo podría darle con
el balón y estropearla. Tiene razón, yo no quiero que se estropee, la pondremos
cerca del columpio, así cuando mamá se columpie conmigo en el regazo, los dos
podremos verla. La planta de Eton no hemos podido trasplantarla, va con ella a
todas partes, solo la deja cuando se pone en la cama junto a mi, porque
necesita sus dos manos para abrazarme. Mamá se ríe, me gusta mucho la risa de
mamá, cuando ve a un orangután tan grande pasear por toda la casa y por el
jardín acarreando una maceta tan voluminosa, el día menos pensado será más
grande que él, pero a la planta parece gustarle tanto paseo y meneo porque no
para de crecer.
Eton se ha
convertido en un orangután feliz, se le nota en la mirada, ya no hay tristeza
ni dolor en ella. Le gusta mucho jugar con nosotros a básquet, encesta más
veces que papá, pero a él no parece importarle, se parte de risa cuando lo
hace, y yo también. A veces nos reímos tanto que mamá sale a ver que nos pasa,
y medio riendo también, dice que estamos todos locos. Es entonces cuando salgo
corriendo hacía ella y la abrazo, me encanta su olor, huele a lavanda y
primavera, huele a amor. Amo a mis padres adoptivos, amo a mi fiel amigo Eton,
me amo a mi mismo. Ahora tengo mucho
amor para compartir.
Fuchsia (Esencia Floral de California) |
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