Un grano de felicidad vale más que una tonelada de tristeza
Tanto la felicidad como la tristeza son estados internos de la persona, las cosas externas o los sucesos que nos acontecen pueden contribuir a un determinado estado, pero nunca serán los causantes de él.
Solo nosotros tenemos el poder de decisión de desarrollar en nuestro interior la felicidad o la tristeza. Ante un mismo hecho, dependiendo de cómo nos manejemos con él, podemos optar ante un sentimiento u otro, porque somos los únicos hacedores de nuestra vida.
El comienzo de un nuevo día puede representar las dos caras de la moneda dependiendo de como lo decidimos afrontarlo. Puede estar cargado de felicidad por el simple hecho de sentirnos vivos, de poder tener la oportunidad de seguir disfrutando del mundo que nos rodea, de ver, de oír de sentir, de tocar, de saborear, de amar y de ser amado... o puede que nos dejemos llevar por la incertidumbre, el miedo, la apatía, la impotencia, la preocupación. El día es el que es, con todo un mundo de posibilidades a nuestro alcance, pero solo nosotros decidimos cómo vivirlo a cada momento.
Es verdad que hay sucesos externos que pueden hacer tambalear nuestra decisión de ser felices, pero solo nosotros tenemos la última palabra, o le cedemos el poder a esos sucesos y nos dejamos arrastrar por los acontecimientos como meros espectadores de nuestra vida, o por el contrario, asumimos el mando y los vivimos desde la superación y el coraje. La situación seguirá siendo la misma, pero las salidas a esa situación dependerán de la forma en que las miremos a la cara y actuemos.
Aceptar las cosas que nos ocurren en la vida como parte de ella nos aporta el poder de trasformarlas, la fuerza para poder hacerlo y la felicidad interior de saber que estamos en el camino correcto, independientemente de los resultados que obtengamos, porque todos han formado parte de nuestra experiencia. Resignarnos a lo que nos ocurre porque así son las cosas nos quita todo ese mismo poder porque se lo estamos cediendo a la situación, no somos nosotros los que caminamos, nos estamos dejando arrastrar por la impotencia, manejar por la desidia, manipular por la incertidumbre y creando en nuestro interior un espacio de tristeza donde la visión de futuro carece de aliciente. Es entonces cuando viviremos en la eterna preocupación de lo que puede sucedernos en lugar de ocuparnos de lo que realmente importa: "vivir la vida", afrontando cada instante como una posibilidad de avanzar hacia delante, de escribir nuestro destino con nuestro propio lápiz y nuestra propia goma, sin dejar que sean las circunstancias las que lo escriban con tinta perenne.
Nuestro espacio interior de felicidad no lo crean las circunstancias que nos tocan vivir, buenas o malas, lo crea nuestra disposición a hacer de ellas la antorcha que ilumine nuestro camino, de ver en cada suceso que nos ocurre, grande o pequeño, la semilla de las posibilidades ocultas, de las ventanas de oportunidades que se abren ante nosotros, y de saber que tenemos el poder de manejarlas para hacer de ellas un continuo aprendizaje.
Por eso no hay nada más importante que crear la propia felicidad, porque cuando somos felices resplandecemos, y ese resplandor alcanza el último recodo del Universo, ahuyentando la oscuridad y el miedo. ¡¡¡Resplandece, tienes el poder de ser feliz!!!
Hace poco leí en un libro:
ResponderEliminarLa única razón por la que sufres es porque asi tú lo exiges. Si observas tu vida, encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón valida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. La única razón por la que eres feliz es porque tu decides ser feliz. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento.
Dr. Miguel Ruiz
Así es Pilar, todo es una elección, somos los responsables de nuestra vida y solo a nosotros corresponde ser víctimas de las circunstancias o hacedores de nuestros triunfos cotidianos, y la felicidad que nace de nuestro interior es el mayor de ellos.
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