lunes, 6 de octubre de 2014

FUCHSIA (California)

"Eton y yo”

La selva era todo lo que conocía, era su mundo, más allá de aquella maraña de plantas no existía nada para él. Su familia, su grupo, sus árboles, sus lianas, sus juegos… se sentía protegido, era feliz. Pero un mal día todo aquello cambió para siempre. Ruidos ensordecedores llegaron de todos los rincones, destellos de luz que mataban, gritos que asustaban, y entre medio de todo aquello, el dolor. El dolor de ver morir a tu familia, a todos aquellos que amas, y después no saber nada más. No saber que va a ser de ti, donde te van a llevar, que dolor te pueden causar. Aunque el mayor dolor de todos ya te lo han causado, han aniquilado a tu familia, te han arrancado de tu hogar y de los tuyos. Han destruido tu mundo… el hombre ha llegado a la selva.

Estas fueron las duras vivencias de Eton, mi mejor amigo, un orangután.

Con apenas unos meses de edad Eton vivió la experiencia más traumática que nadie debería vivenciar jamás, animal o humano, da igual. Tal vez me identifiqué tanto con él porque yo mismo pasé por una situación parecida. Vi aniquilar a todo mi poblado por aquellos mismos, que tiempo atrás, se hacían llamar nuestros hermanos, y todo por diferencias de creencias o de castas ¿cómo un ser humano puede causar a otro tanto dolor? Desde el poco tiempo que llevo pisando ésta tierra he visto muchas cosas, y me sigo preguntando ¿dónde está la humanidad en los humanos? Me gustan más los animales, son más predecibles, te ofrecen su amor sin condiciones, y no te preguntan jamás de que cultura procedes o que religión procesas. Te aceptan y ya está, y cuando lo hacen, es para toda la vida.

Eton y yo tuvimos la fortuna de ser rescatados de las garras de la barbarie humana. Por suerte no todos los humanos son iguales, sigo opinando que hay humanos que se comportan como los animales, y eso lo digo en el buen sentido de la palabra. Esos humanos son los que creen en el respeto hacía el otro, que no hacen daño por diversión ni por placer y que viven según su instinto más primitivo, el del amor. Con esa clase de humanos me relaciono bien. Gracias a una pareja de humanos de esa clase Eton y yo nos conocimos. Ahora somos como hermanos, lo que le duele a uno le duele al otro, lo que emociona a uno emociona al otro. Dormimos siempre juntos y abrazados, tal vez porque ambos necesitamos sentir el calor de un cuerpo amigo o de escuchar los latidos acompasados de un corazón capaz de amar. Nadie realmente conoce nuestra historia, pero yo conozco la suya y él conoce la mía. Me dicen que eso no es posible, para saber historias es necesario saber hablar, pero nosotros no necesitamos palabras, nos sobra y nos basta con el amor que nos tenemos, él habla por nosotros, y los dos lo entendemos.

Tenemos un dolor muy grande guardado en nuestro interior, que no sabemos expresar, que no sabemos canalizar. Nuestras emociones se quedaron atrapadas en un lugar difícil de alcanzar, muy recóndito, muy oculto. La pareja de humanos que nos acogió intenta llegar hasta allí, pero no lo consiguen ¿Cómo van a poder hacerlo si ni nosotros mismos sabemos encontrarlo? Ellos creen que les tenemos miedo y que por eso  no expresamos nuestras emociones. Nada más alejado de la realidad. Les tenemos algo muy cercano al amor ¿gratitud?, ¿cariño?, ¿respeto?, ¿afecto? Podría ser cualquiera de ellas o todas juntas. De momento nada más, Eton y yo, nos esforzamos día a día para poder compartir con ellos lo que ambos sentimos el uno por el otro, pero por ahora hay un punto de desconfianza y no podemos hacerlo con libertad. Pero miedo no, jamás. Ellos nos rescataron, nos curaron las heridas, nos alimentaron, nos abrigaron y nos abrieron su casa de par en par. Vivimos con ellos. Sé que sienten algo muy especial por nosotros, que sus corazones están a nuestra disposición, pero los nuestros sangran aún demasiado. Tal vez el día que dejen de hacerlo podremos ser una familia, como la que tuvo Eton, como la que tuve yo. Pero hoy por hoy, es lo que hay.

Hoy me he levantado con un dolor muy grande en la pierna, ni puedo moverla, me cuesta caminar. Ella ha venido enseguida y me ha preguntado si me había golpeado con algo, si me había caído. Nada de aquello había pasado. He visto preocupación en su semblante. Eso me asusta ¿Y si decide que ya no puedo vivir aquí? Que sería de Eton, no me tiene más que a mí. Pero enseguida me he tranquilizado, no quiere echarme. Lo he sabido cuando me ha abrazado y me ha consolado. Hubiera querido devolverle el abrazo, era muy cálido, pero no he podido, no sé hacerlo, en cambio con Eton es diferente puedo dárselos sin problemas, y él a mi. La hinchazón de mi pierna ha bajado, ya no me duele.

Esta noche no he podido cenar, me dolía mucho la barriga. Ella me ha tocado la frente con sus labios y le ha dicho a él que no tengo fiebre. No sé que es eso, solo sé que no puedo comer porque siento mucho dolor. Me ha acompañado hasta la cama y me ha arropado, luego ha posado sus labios en mi mejilla, me ha susurrado que todo se iba a arreglar y ha apagado la luz de la mesilla. En cuanto se ha ido la he encendido de nuevo, no me gusta la oscuridad, en ella ocurren cosas malas. Era de noche y todo estaba oscuro cuando atacaron mi aldea. Cuando me acuerdo tiemblo, pero tengo a Eton que lo sabe y se viene a la cama junto a mi y me abraza con fuerza.

Hoy se han puesto muy nerviosos conmigo. No sé porqué me he puesto tan excitado y he comenzado a chillar, del llanto he pasado a la risa y de la risa al llanto. No sabía como parar. Ella ha intentado abrazarme, yo no me dejaba, pero al final lo ha conseguido. Y me ha gustado.

Cuando volvíamos en coche ha comenzado a dolerme mucho la cabeza y he vomitado, él ha parado enseguida el motor y ella me ha sujetado la cabeza mientras vaciaba todo mi estómago. Eton se ha asustado mucho y ha empezado a chillar y a dar saltos. Hemos hecho el camino restante abrazados en el asiento de atrás. Al llegar a la casa la cabeza ya no me dolía pero la pierna volvía a molestarme, curiosamente a Eton parece pasarle lo mismo porque ha entrado arrastrando un pie. Ellos se nos han quedado mirando de una forma muy extraña, me he dado cuenta de que con la mirada parecían preguntarse el uno al otro qué era lo que estaba sucediendo.

De un tiempo a esta parte cuando no me duele el pie, me duele la cabeza, y cuando no los oídos o el pecho. Cada vez que un dolor se desplaza a otra parte de mi cuerpo a Eton le pasa lo mismo. Y los dos nos consolamos abrazándonos.

Por primera vez los he visto enfadados. Eton  y yo nos hemos puesto nerviosos con la tormenta. Los truenos y los relámpagos nos recuerdan a ambos más cosas de las que quisiéramos. Nos hemos puesto a chillar como locos. Eton saltaba de aquí para allá y ha roto varias cosas, yo corría y me escondía por todas partes y también he organizado un gran estropicio. Después ha venido el llanto. Hasta entonces ellos solo estaban preocupados, pero cuando Eton y yo nos hemos mirado y hemos visto la cara que teníamos y todo el jaleo que habíamos organizado, nos ha cogido un ataque de risa del que no podíamos parar. Al vernos reír de aquella manera tan histérica se han pensado que nos reíamos de ellos y de lo que habíamos hecho. Es entonces cuando se han enfadado. No me ha gustado verlos así. Me he sentido triste, pero no he sabido como decírselo. Eton si lo sabe, a él si que se lo he dicho.

Por la mañana ella ha venido y me ha dado un beso, creo que ya no está enfadada. Me hubiera gustado un abrazo, pero no he sabido como pedírselo. Eton, que se ha dado cuenta, ha corrido para dármelo.

Aunque me dolía mucho la garganta no le he dicho nada a ella. Se la veía contenta y no quería que dejarla de estarlo. A veces creo que se preocupa por mí y eso me gusta, pero prefiero verla sonreír. Nos ha dejado que la acompañemos al mercado. Es la primera vez que nos lleva. Al principio se ha resistido a llevar también a Eton, pero ante mi negativa a soltarlo de la mano al final lo ha dejado venir con nosotros. Eton me ha mirado todo el camino con cara de agradecimiento. Pero yo no lo he hecho para que me lo agradezca, lo he hecho porque es mi amigo.

En el mercado ha dejado de dolerme la garganta, se estaba bien allí rodeado de tantos colores y olores agradables. No se porqué, de pronto, me he torcido el tobillo, no podía caminar y ella me ha tomado en brazos. Cuando hemos pasado cerca de aquel camión el vello de la nuca se me ha erizado. Su olor me ha traído recuerdo que prefiero olvidar. Al cabo de un buen rato ella me ha dejado en el suelo para comprar unas plantas. El tobillo ya no me dolía. Como ha visto de la forma que miraba una planta en especial la ha comprado, una para mi y otra para Eton. El resto del camino no nos hemos separado de la planta. Es muy bonita, esta llena de flores de un rosa muy intenso que cuelgan en forma de campana apuntando hacia el suelo. Yo no dejo de tocarlas. Me recuerdan a las danzarinas de mi poblado cuando al bailar se subían los dos lados de la falda exterior para que se les viera la otra que llevaban por debajo. Era bonito aquel baile.

Ella ha visto que nos gustaban tanto las plantas que nos ha comprado en el mercado que ha dejado que nos las lleváramos a la habitación. Eton y yo no dejamos de observarlas, tienen algo mágico que nos atrae.

Después de pasarme toda la tarde mirando las flores y acariciándolas no sé que me ha pasado. De pronto, un dolor muy fuerte me ha cogido en la garganta, el mismo que esta mañana, pero mucho más fuerte. Luego se ha suavizado. Entonces ha sido la cabeza la que parecía que fuera a partirse como un melón maduro. El dolor ha ido desplazándose de aquí para allá. La pierna, el pie, los oídos. Después de ese recorrido se ha instalado en el centro de mi pecho. Como si alguien intentara sacar un machete que tuviera clavado. Y ha sido entonces cuando algo en mi interior se ha desgarrado. El llanto se ha desatado como un torrente que no podía parar. No sé en que parte estaban ocultas, pero de pronto he sentido mucha rabia, mucha ira. He tenido ganas de tirar cosas y romperlas, pero ha llegado ella y me ha abrazado. Me ha mecido como a un bebé, y he sentido como aquel fuego desatado remitía, se extinguía. Entonces, arropado en sus brazos y sintiendo el latir de su corazón, me he acordado de mi madre, de sus caricias, de sus besos. El llanto ha arreciado, pero esta vez no era doloroso, era dulce. Era un llanto de liberación.

Mientras que mis ojos no cesaban de derramar lágrimas, por mi mente han pasado imágenes de mi vida anterior. Cuando estaba en mi poblado. Me he acordado de todo lo que pasó entonces. De todo aquello de lo que no quería acordarme. He comprendido muchas cosas. Ahora sé porque me dolía la cabeza, no quería que los recuerdos la inundaran, los aprisionaba para que no salieran. Por eso el estómago se me vaciaba sin previo aviso, había recuerdos que mi cuerpo quería expulsar. Mis piernas y mis pies también me han explicado muchas cosas. Ellos no querían recorrer de nuevo el camino del horror y se negaban a caminar, por eso se inflamaban y dolían. Y mis oídos, qué decir de mis oídos. Habían escuchado tantas cosas malas que presionaban hacía los lados para no dejar pasar ningún sonido más. El llanto está remitiendo. Me siento mejor, más liberado. Aún hay dolor en mi interior pero ahora sé que nada malo puede pasarme ya, estoy a salvo. Ella me quiere. Él también. Está junto a nosotros, nos abraza a los dos. Su abrazo me trasmite calor, me trasmite seguridad. Creo que ese cosquilleo que siento en la boca del estómago puede ser felicidad. No lo sé, me tengo que dar tiempo. Y también a ellos.

Eton no ha dejado de observarnos todo el rato. Ellos, mis padres adoptivos, creerán que está haciendo muecas, pero yo lo conozco bien. Esta sonriendo. Él también se siente feliz. Sabe que hemos encontrado una familia. No es la familia que teníamos antes de que todo sucediera. Pero es nuestra familia de ahora. Paso a paso sé que podemos conseguirlo. Sé que a Eton y a mí nos falta poco para poder entregar nuestro corazón como ellos lo hicieron hace tiempo. El nuestro todavía sangra, pero ya menos. Dentro de poco dejará de hacerlo del todo. Entonces sí, entonces podremos ser una familia como las demás. Una familia como la de Eton. Una familia como la mía.

Esta mañana mamá me ha ayudado a trasplantar la planta que me regalo hace unos meses, se ha puesto enorme y necesita un espacio más grande para seguir creciendo. Papá dice que de seguir a ese ritmo  pronto podremos plantarla en el jardín. Tengo muchas ganas de poder hacerlo, así, cuando salgamos a cenar al aire libre por las noches todos juntos, podremos disfrutar de su visión ¡es tan bonita! Pero papá dice que tendremos que ponerla alejada de la canasta de básquet porque sino con lo fuerte que lanzo podría darle con el balón y estropearla. Tiene razón, yo no quiero que se estropee, la pondremos cerca del columpio, así cuando mamá se columpie conmigo en el regazo, los dos podremos verla. La planta de Eton no hemos podido trasplantarla, va con ella a todas partes, solo la deja cuando se pone en la cama junto a mi, porque necesita sus dos manos para abrazarme. Mamá se ríe, me gusta mucho la risa de mamá, cuando ve a un orangután tan grande pasear por toda la casa y por el jardín acarreando una maceta tan voluminosa, el día menos pensado será más grande que él, pero a la planta parece gustarle tanto paseo y meneo porque no para de crecer.

Eton se ha convertido en un orangután feliz, se le nota en la mirada, ya no hay tristeza ni dolor en ella. Le gusta mucho jugar con nosotros a básquet, encesta más veces que papá, pero a él no parece importarle, se parte de risa cuando lo hace, y yo también. A veces nos reímos tanto que mamá sale a ver que nos pasa, y medio riendo también, dice que estamos todos locos. Es entonces cuando salgo corriendo hacía ella y la abrazo, me encanta su olor, huele a lavanda y primavera, huele a amor. Amo a mis padres adoptivos, amo a mi fiel amigo Eton, me amo a mi mismo. Ahora tengo mucho  amor para compartir.  

Fuchsia (Esencia Floral de California)
          

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