lunes, 27 de octubre de 2014

POMEGRANATE (Esencia de California)

“Caminos que se bifurcan”

Amber y yo hemos sido amigas desde la guardería, desde el primer día en el que, como un conciertoorquestado, uno de los niños comenzó a llorar al ver que su mamá lo dejaba en brazos de su cuidadora y los demás lo seguimos como solidarizándonos en su protesta. Amber, mucho más acostumbrada a ver partir a la suya, fue la única que no se unió a nuestros lloros de abandono, por el contrario, nos miró con cara de decir: “¿Pero que os pasa chicos, si somos muchos para divertirnos?”, y sacándose su chupete con forma de luna sonriente me lo encasquetó en la boca. Cogida por sorpresa chupeteé con fruición y dejé de llorar automáticamente, entonces Amber me tomó de la mano y juntas nos fuimos a jugar con los cajones de arena y los cubos de colores. A partir de aquel día siempre fuimos cogidas de la mano a todas partes. Naturalmente ni ella ni yo recordamos nada de todo eso, aunque nos encanta esta historia que forma parte de nuestra propia vida en común. Ahora, la fuerte y decidida Amber, necesita como nunca una mano amiga que la ayude a dar los primeros pasos en una dirección totalmente desconocida para ella, y aunque ya somos mayores para jugar con cubos de colores y cajones de arena, está deseosa de recuperar aquella parte infantil donde los problemas y las decisiones no existían, donde encontrar el equilibrio para no caerse de culo era el mayor reto que se pudiera alcanzar, y donde las caídas y los golpes se aliviaban con una tirita, un beso y un “sana, sana, culito de rana”. Mi querida amiga se encuentra en una bifurcación de caminos y no sabe cual de ellos escoger. Aún no ha descubierto que se puede seguir por el camino del centro, por el que marca su corazón, sin necesidad de dejar atrás deseos, ilusiones o proyectos, porque todos pueden tener cabida en su vida. Solo necesita saber colocar cada cosa en el lugar de importancia que le corresponde, encajar las piezas del rompecabezas y dar un paso después del otro. Está tan desorientada que necesita que alguien le coloque por sorpresa el chupete en la boca y la tome de la mano, y esta vez, en justicia, me toca a mí ponérselo.

Para que podáis comprender esta historia creo que debería comenzar por el principio, pero no os asustéis, saltaremos algunas etapas y nos colocaremos justo en el momento en que ambas dábamos por finalizada nuestra etapa universitaria. Con mi flamante título de Profesora en Educación Infantil, y con unas credenciales estupendas que me avalaban como una excelente educadora, no tardé mucho en encontrar un trabajo hecho a mi medida. Mi sueño acababa de cumplirse y de momento mis expectativas estaban cubiertas. Por su parte Amber, más ambiciosa que yo y con unos sueños más altos, quiso continuar ampliando su formación y se matriculó en todos los masters que surgieron a su paso. Había estudiado empresariales y no se conformaba con adquirir experiencia comenzando por la base, cuando le ofrecieran un puesto de trabajo tenía que ser en el vértice superior de la pirámide, y vaya si lo consiguió, aunque para lograrlo tuvo que sacrificar muchas cosas personales. Pero se empeñó en ser la primera en todas las promociones, y cuando dio por finalizada su formación las grandes empresas se la rifaron para que formara parte de su plantilla de ejecutivos. Por aquel entonces yo ya estaba consolidada en mi propia profesión y me habían ofrecido la dirección en un centro de enseñanza infantil muy revolucionario, era como una especie de centro piloto donde se quería llevar a cabo una enseñanza totalmente distinta a la convencional. Se esperaba potenciar las cualidades individuales por encima de la enseñanza obligatoria, es decir, no había un sistema de estudios reglado ni estipulado, con ello se pretendía, que desde la más tierna infancia, los niños se acostumbraran a decidir y seguir las tendencias naturales de su carácter en materia de estudios, motivando y desarrollando sus cualidades innatas sin imposiciones ni competitividad, y dando gran énfasis en el respeto mutuo, la colaboración y la aceptación. Ni que decir tiene que estaba súper emocionada con ese proyecto tan vanguardista en el que tenía puestas muchas esperanzas. El claustro de profesores estábamos ansiosos por comenzar, con la ilusión puesta en llevar a buen puerto todas nuestras ideas, maduradas y consensuadas según el ideario que nosotros mismos habíamos desarrollado. El día de la inauguración del centro, como no, Amber estuvo a mi lado apoyándome y emocionándose por las maravillas que podríamos conseguir en materia de enseñanza. Y no solo estuvo allí como mi amiga, sino que su empresa fue la principal impulsora, junto con otras más del sector, las que se implicaron en forma de donaciones económicas para dar apoyo a nuestro proyecto educativo.

La cosa comenzó a complicarse un poquito cuando comenzó a palpitarme el reloj biológico. Rodeada de tantos niños, mi instinto maternal se disparó por completo. Todos los niños que me rodeaban formaban parte de mí y ayudaban a que mi creatividad interna se desarrollara, pero además de esa reconfortante tarea, necesitaba crear con mi propio cuerpo una nueva vida para sentir que mi feminidad estaba dando sus frutos. Pero en aquellos momentos no había ninguna pareja estable a mi lado, alguien con quien poder compartir aquel proyecto. Y ese fue mi mayor error, confundir la maternidad con un proyecto. Pero hubo más errores. El no tener pareja no iba a detenerme, no iba a ser ni la primera ni la última mujer que tuviera un hijo en solitario, existían más formas para concebir que las convencionales. Y me fui de cabeza a ellas. Planifiqué hasta el último detalle, cuándo y en qué momento debía ocurrir la fecundación para que mis otros proyectos no se vieran afectados. Era una carrera contra reloj, y no solo contra el biológico. Me volqué tanto en su consecución que me olvidé de lo primordial, el amor del acto en sí, el de dar vida a través de mi propio cuerpo, sin prisas, sin horarios, sin premuras, permitiendo que mi organismo asumiera el mando, y no la mente acelerada que planificaba y ejecutaba. Me olvidé, por así decirlo, del propio ideario que como profesora había adoptado, el de permitir el desarrollo de las cualidades innatas de cada uno. No dejaba que mi cuerpo desplegara su propia creatividad femenina, la maternidad. Es verdad que no solo me veía abrumada por los plazos que no se cumplían, la parte monetaria era un grave problema, no tan solo estaban en juego mis ilusiones, sino también mi economía. Creo que si todo aquello hubiera ocupado el lugar que le correspondía y me hubiera sentido más libre, sin plazos estipulados estresantes ni ilusiones rotas, mi cuerpo habría reaccionado de otra manera, abriéndose como una flor madura a punto de ser polinizada. Tubo que ser la gran sabiduría de un niño de tres años la que me abriera los ojos e hiciera que algo dentro de mí se detuviera y relajara. Cuando animé a mi travieso alumno a que plasmara en su hoja aquello que deseaba hacer, con mucha seriedad se me quedó mirando, y tras unos segundos de reflexión me dejó caer la lección como el que no quiere la cosa: “Hasta que no esté tranquilo no quiero hacerlo, porque si no, no me gusta lo que veo”. ¿Podría ser mi propia urgencia la que hacía que no me gustaran los resultados que estaba obteniendo? Aquello me dio que pensar más de lo que creéis, pero pasado un rato de reflexión mi cabeza siguió por sus propios derroteros y aparcó los latidos del corazón que en aquel momento se habían desbocado como dando su confirmación. Tuvo que ser de nuevo el mismo niño el que acudiera en mi rescate (como que no creo que nada suceda porque sí, estoy segura de que hubo una gran razón de peso que hizo que estuviera conmigo aquel trimestre y no con otra de las cuidadoras, estábamos destinados a interactuar juntos, ya que yo le ayudé a dejar definitivamente de mojar la cama por las noches, y él a mí para que encontrara el camino correcto).

Aquella semana trabajábamos sobre los colores, las formas y los alimentos, y mi pequeño maestro trajo una granada, redonda, roja y suculenta. Pero no se conformó solo con eso, no señor, trajo la rama entera del árbol en la que estaba colgando. Entre risas, su madre me explicó que había sido imposible que comprendiera que no hacía falta traerse medio árbol, pero él quería darme también la bonita flor que lo acompañaba. La casa de campo de sus abuelos estaba repleta de aquellos árboles y él mismo había sido el que había querido recogerlo para traerlo a la clase. Después de darle las gracias y enseñarlo a los demás niños y permitir que todos  palparan, olieran y probaran, lo dejé sobre mi mesa junto al resto de las variopintas frutas que habían traído el resto de los niños. Cuando el último de ellos abandonó la escuela para regresar con sus familias, yo me quedé recogiendo los trabajos que habían hecho y valorando lo positivo de la experiencia que había sido muy enriquecedora para ellos. Lo que supe después es que la experiencia fue aún más enriquecedora para mí.

La mirada se me quedó atrapada en aquella rama florida. Verdaderamente sus hojas eran muy bonitas, lustrosas y brillantes. Su fruto, aunque no era la primera vez que lo veía, captó de singular manera mi atención, sus semillas dulces y pegajosas, semejaban óvulos contenidos dentro de un ovario, y pensé para mis adentros, si los míos estarían tan bien provistos y así poder tener muchas más posibilidades de engendrar. Meneé la cabeza con incredulidad, estaba tan obsesionada que veía similitudes con mi problema mirara donde mirara, (de nuevo otro fallo, ver toda la situación como un problema y no como una posibilidad)  Pero lo que mantuvo mi mirada hipnotizada fue la preciosa flor bermellón con textura de papel. No podía apartar mi mirada de ella, y por un instante creí ver movimiento en su interior, lo que hizo que la sostuviera entre las manos observándola más de cerca. Al momento mis manos sintieron una suave sacudida, que fue extendiéndose a lo largo de los brazos, para desplazarse después por todo mi cuerpo. Pero mi mente fue la que más sacudida recibió. Por ella pasaron imágenes de relojes con manecillas girando a toda velocidad, trenes que desaparecían raudos por vías que se perdían de mi vista y cuentas bancarias que iban perdiendo ceros. Hasta que una imagen se quedó suspendida en el centro, era una flor bermellón en forma de corazón que se interponía ante aquella vorágine de movimiento, ralentizándolo todo hasta detenerlo. Fue cuando comprendí lo que mi corazón intentaba comunicarme, me había obsesionando tanto con el paso del tiempo que había bloqueado todo el proceso hasta frenarlo. No había sabido darle la importancia que se merecía tomándome el tiempo necesario para disfrutar la experiencia más bonita y enriquecedora de mi vida: albergar en mi interior un nuevo ser. Ya sabía por todas las pruebas que me habían realizado que físicamente no había ningún problema, era mi propia energía la que estaba bloqueando todo el proceso. La preocupación con que lo estaba viviendo era mi mayor enemigo. Mis ovarios eran el reflejo de mi estrés y mis óvulos se habían visto involucrados en él, se negaban a salir y verse arrastrados a un planning, formando parte de una elaborada ecuación. Si no conseguía relajarme mi creatividad femenina podría verse abocada a crear un simulacro de embarazo en forma de quiste ovárico o de matriz, dando cobijo a una energía equivocada en mi interior. De nuevo en la pantalla de mi mente se formó la frase que había escuchado días atrás: “Hasta que no esté tranquilo no quiero hacerlo, porque entonces no me gusta lo que veo”, y ciertamente no me gustaban nada los resultados que estaba obteniendo. ¿Realmente era consciente del maravilloso milagro que podría suceder en mi interior? No, estaba claro que no. Todo se había reducido a graficas, fechas y berrinches. Ahora estaba preparada para vivirlo desde otra perspectiva muy diferente, desde la visión del corazón, y no desde la visión de la razón. Si mi cuerpo estaba preparado para dejar fluir toda su creatividad femenina, sería la mujer más feliz del mundo, en caso contrario también los sería. Mi creatividad estaba asegurada de todas maneras, si no creaba físicamente lo haría emocional y profesionalmente. Y mi instinto maternal se abocaría en todos aquellos niños, que en el fondo, eran un trocito de mi misma.

Aunque no os lo podáis creer dos meses después de aquella tarde en la que mi sabio alumno me había obsequiado con algo tan lindo, mi cuerpo, por fin libre de estrés y agobios, se abrió como una fruta madura preparado para cobijar en su interior la magia de la concepción.

Como os podéis imaginar, tras esta experiencia tan enriquecedora, me considero preparada para ofrecerle la mano a Amber y ayudarla a atravesar los entresijos de su mente hasta llegar a los suaves caminos de su corazón. Aunque el dilema en que se debate no es el mismo por el que yo pasé, tiene mucho, tal vez todo que ver, con la propia creatividad femenina. Mi amiga cree, como en algún tiempo yo misma creí, que la creatividad está compartimentada, y que por lo tanto la profesional  no tiene nada que ver con la personal. Ambas son irreconciliables, no pueden recorrer caminos paralelos. Que no se puede ser una buena profesional sin ser una mala madre, o para el caso, una buena madre sin ser una mala profesional. Durante años se ha esforzado en demostrarse a si misma, y al mundo entero, que se merece por derecho propio el lugar que ocupa profesionalmente. Para ello ha tenido que rechazar todas sus cualidades femeninas, la sensibilidad, la intuición, la ternura, para adoptar los roles masculino de la agresividad, competitividad y poder. Desconoce que el mayor poder es el que proviene de la fuerza interior, que se puede ser tan creativa laboralmente como ejerciendo la maternidad, y que ambas, con buen entendimiento, pueden ser compatibles si así se desea. Cada momento de la vida tiene sus prioridades, y el corazón y la mente en equilibrio son la mejor brújula para dirigirlas. Una decisión tomada desde ese centro de poder equilibrado garantiza la inexistencia de conflictos internos posteriores. Sé que con palabras, las mías, es muy difícil que comprenda nada. Está tan ofuscada en la bifurcación de caminos que innegablemente no puede darse cuenta que existe un camino central. Por eso hoy mismo voy a acompañarla a un lugar muy especial. He pedido permiso a la familia de mi sabio y pequeño alumno, y de su mano vamos a recorrer el campo de árboles del cual recogió con todo cuidado la rama que tan amorosamente me entregó aquel día. Intuyo, con esa intuición femenina que se nos despierta a las embarazadas, no en balde somos dos seres uniendo sus más exquisitas energías, que Amber va a sufrir una mágica transformación, muy parecida a la que experimenté yo misma hace apenas unos meses. Tal vez mayor, porque en su interior convergen muchas más cosas, pero por eso la vibración necesaria para esa transformación es aquí mucho más intensa, estamos rodeadas de infinidad de árboles de flores bermellón y frutos semejantes al centro mismo de la creatividad femenina. Tal vez a mi hijo, porque estoy segura de que es un niño lo que albergo en mi interior, se beneficie de la energía que nos envuelve con ternura. Podrá venir al mundo con su parte femenina desarrollada, tendrá conocimiento de su ánima desde antes de nacer, de esa manera su parte masculina y femenina estará en perfecto equilibrio, y su vida adulta se verá enriquecida con ese conocimiento.

Por la expresión de concentración que tiene Amber y que tan bien conozco, sé que en su interior están sucediendo muchas cosas, y que aunque al principio su mente esté al mando, el corazón encontrará su lugar al lado de ella. Juntos y complementados ayudarán a la confundida mujer ejecutiva a encontrar su camino. A que se de el permiso necesario a si misma para no ser tan exigente y crítica con sus decisiones, a darse cuenta de que no necesita ser una súper mujer y contentar a todo el mundo, porque todo tiene su lugar y su momento, y que tal vez sea ella misma la que está poniendo freno a sus ilusiones y deseos. Sea cual sea el camino que escoja recorrer estoy segura de que lo habrá elegido desde el centro mismo de su poder, aquel que está en equilibrio y en paz. Si al final, como creo, ha escogido el central, estoy segura de que será tan excelente madre como lo es en su profesión, porque conozco cuanto amor y dedicación pone en todo aquello que emprende, aunque ella se las de de ejecutiva agresiva. Tiene una sensibilidad innata en su interior, lo sé desde que me ofreció desinteresadamente su chupete en forma de luna sonriente en la guardería. Es una madraza que gesta creaciones y mima con cariño los resultados, por eso no tengo ninguna duda de que sabrá tomar la decisión acertada. Tal vez dentro de unos meses nuestros retoños nos tomaran el relevo, y espero, que si ese momento se materializa, ambos sean capaces de prestarse el chupete, darse la mano y jugar en armonía con cubos de colores y cajones de arena.

Mientras ese momento no llega me contento con acariciar mi vientre hinchado y esperar a que mi amiga salga de su trance, después apoyaré su decisión, sea cual sea, dándole la mano en el camino, al igual que ella me la ha dado tantas veces.Tal vez algún día necesitemos acudir de nuevo a este maravilloso campo de árboles en busca de la energía necesaria para afrontar una nueva etapa en nuestras vidas, ayudándonos a comprender, que aunque físicamente ya no podamos desarrollar nuestra creatividad maternal, aún seremos capaces de desarrollar nuestra creatividad interior, porque ésta es infinita y nos acompañará hasta el último aliento. Pero para todo eso falta mucho tiempo aún. Ahora toca vivir en plenitud los momentos que nos ofrece el día a día, que son irrepetibles y maravillosos. Mi hijo acaba de confirmármelo con una suave patadita. Mientras espero a que Amber interiorice toda la sabiduría de la energía que nos rodea, yo voy a dar gracias por el fruto jugoso y dulce que mi sabio y pequeño amigo acaba de ofrecerme.    

Pomegranate (Esencia de California)
      
                         
         


              

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por contar esta história tan bonita. Me ha emocionado, ha llegado a mi corazón, y me ha ayudado a comprender la esencia de ésta flor. Un abrazo de todo corazón!!

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  2. Gracias por la belleza y profundidad del relato. Emociona.

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