viernes, 7 de octubre de 2011

El derecho de los toros a tener una vida en paz

Balada de sangre y muerte

Dedicado a todos aquellos "taurinos" que siguen creyendo que la "fiesta nacional" es algo cultural, cuando la cultura es un acto de amor que legamos a los que nos preceden, y dentro del amor no hay cabida para la barbarie ni la crueldad. Extraído del libro "El amado fantasma", de Isabel Pisano, "Balada de sangre y muerte"...
Me dije en el sueño: Venga ya, esto no es una pesadilla, sino un delirio. Vi en esa alucinación nocturna circos romanos, donde hombres afeminados, vestidos con trajes de raso con lentejuelas y zapatillas de ballet, con el pelo largo como las doncellas, recogido en una coleta, armados de espadas, picas y demás instrumentos medievales de tortura desangraban a un bellísimo toro hasta la muerte, mientras el público salvaje de subpersonas gritaba: "olé, olé" y "eso" estaba bien, y los gobiernos lo apoyaban con dinero y también lo hacia la prensa, así como los personajes de la vida social y artística.
Lo más duro de asimilar era lo equivocado, lo aberrante, se había convertido en intocable por el dinero que movía una organización delictiva a la que en sueños yo bautizaba con el término "Tauromafia". Pensé en la indefensión del sueño, que el nombre era justo y que había de registrarlo, no fuese que alguien se lo adjudicase como propio.
Todo lo que rodeaba era una locura criminal y colectiva, sabía que se trataba de una pesadilla, que nada de eso era cierto y que podía despertar, pero no, seguía clavada en la realidad obscena, en esa enajenación asesina sin poder escapar.
...Vengo de los espacios abiertos, de recorrer la húmeda hierba en los atardeceres melancólicos. Hace tiempo que me han arrancado de las ubres tiernas de mi madre, y de nada sirvieron mis gritos en la noche, ni mis quejidos llamándola. Sobreviví recordando los paseos por las orillas del arroyo. Ella se detenía y se paraba allí, rumiante y espantando las moscas con la cola. La manada fue mi consuelo, pastar en compañía y golpear con los cuernos el tronco de árboles añosos, asustando a los pájaros impresionados con mi fuerza.
Ahora estoy en una caja en donde es de noche, pero cuando me introdujeron aquí el sol estaba alto, no puedo moverme, tengo sed y hambre. ¿Adonde me llevan? Madre me decía: "Huye siempre del hombre, pequeño, es el único carnicero de la naturaleza, no vive en armonía, no respeta las leyes de la tierra u mata por placer...cuídate de él, y si puedes, compadécele". Ahora me bajan y puedo ver la luz del día porque han abierto la tapa que me cubre, me han puesto debajo de una máquina. Ella levanta muy alto una bolsa de arena, una y otra vez la bolsa cae sobre mis riñones, siento desprenderse algo dentro de mí, ya no puedo levantarme, estoy destrozado por dentro. Han abierto dos trampillas, han atado mis cuernos, inmovilizándome. Con una sierra eléctrica han empezado a cercenar mis cuernos, el símbolo de mi poderío, por ellos entra el aire y con él un dolor cegador. Golpeo la cabeza contra las tablas que me tienen prisionero, pero es inútil, el dolor sigue allí como si tuviera una aguja clavada en el cerebro. Me han dado de beber algo que no es agua, he bebido cubos aunque tenía un sabor aceitoso. Mis intestinos han enloquecido. llevo mucho tiempo aquí encerrado, acostado sobre mis excrementos líquidos. Echo de menos el olor de mis hermanos y de la tierra que arañaba con fruición. Siento escalofríos en todo el cuerpo y estoy muy débil...¿Dónde está mi fuerza que hacía temblar los árboles antiguos? Otra vez me trasladan en la caja, y me obligan a salir, me pinchan con lanzas, todo me da vueltas, ya no soy nada. Salgo a través de un pasillo y desemboco aquí. Arena. Ya me siento mejor. Pero la luz me ciega. Algo huele en el aire... huele a hombre y a sangre.
ahora los veo, son miles y es a mí a quien miran. Tengo miedo. una música como de latas, ensordecedora, y ellos que se me acercan ¿Qué traen en sus manos? ?Qué es eso con la punta de metal brillante? El hombre vestido de bailarina me clava y escapa. Aguja, puñal, cuchillo o espada...¿Por qué me clavan? Mis ojos se nublan, se enrojecen de rabia ante la injusticia. Ahí viene otro, bailan a mi alrededor como doncellas a la orilla del río. ¡Quiero quitarme esto! y cuanto más lo intento y lo sacudo, más se entierra en mi carne. Otro viene a caballo, ¿también tú contra mí? Peo quien te guía y te expone a mi furia es el asesino, no tú. Me está clavando otra vez, pero mucho más hondo, no puedo respirar, me estoy ahogando en mi propia sangre, me asfixio... Mis intestinos se aflojan y voy dejando la huella de mi pánico. La sangre escapa de mi en surtidores, la mierda marca el trayecto de mi martirio, las moscas se detiernen en mis heridas, el hombre corea y aplaude la tortura, un sonido metálico me ensordece y llama a festejo.
¿Dónde está el ruido de la lluvia golpeando el techo del establo? ¿El balar de las ovejas, sus cencerros? ¿La algarabía de los perros? ¿Dónde las zarzas y las altas hierbas que golpeaban, acariciando mis pezuñas? Yo, el más fuerte, el invencible, estoy aquí, de rodillas ¡Qué vergüenza, qué desnudo me siento! Ser que me creaste, ayúdame, no me dejes caído en la ignominia ¿Me has dado esta fuerza y este empuje para ésto? ¿No te enorgullecía acaso mi arrogancia, mi galope desafiando al viento en su carrera, mis patas arrancando el polvo, el color marrón brillante de mi pelo? Yo sentía ¡ay, iluso de mí! que mi fuerza era del mundo, y ella la afirmación de Tu grandeza. Ahora, lo sé, voy a morir.
¿Y se han reunido todos aquí pra ésto? ¿Para verme desangrar mientras aplauden mi tortura? ¡Qué dolor siento! Mis rodillas se doblan otra vez. Quiero huir, protegerme contra aquellas maderas ¿ Dejadme salir! Solo soy un animal herido, no me acoséis como al ciervo en la pradera, no me degolléis como al cordero, no acalléis mi grito como silenciáis las voces de los pájaros y de la perdiz. No me desnuquéis como al conejo. No devoréis mi carne como la del cerdo, el buey y todo lo que encontráis a vuestro paso. 
Veo todo rojo, ¿se está poniendo el sol...? ¿Qué es eso que ponen delante, será que no quieren matarme y solo desean jugar? ¿Por qué brilla tanto el ropaje del hombre? ¡Contra él! Pero la vista de eso me hipnotiza. No puedo más... ¿Qué largo es el dolor! ¿Por qué esta jauría humana vocea mi agonía? Por piedad, dejadme morir en silencio. 
Otra vez el hierro refulgente al sol, contra mí, dirigido a mi cuello. ¿Por qué? ¿Por qué me matan? Hunde el hierro hasta el puño, aún estoy en pie... ¿Que es esta marea líquida y tibia que sube por mi boca, buscando una salida? Alguien me corta las orejas y la cola... A mi alrededor giran palomas rojas...¿Son palomas o cuervos? El silencio. Profundo. Es de noche y escucho el cantar del grillo en la pradera ¡Qué dulce y cómo llena el olor del pasto húmedo de rocío! A lo lejos está ella, mi madre...Ya no siento dolor, ni sed, ni tengo miedo.
¿Que le había hecho yo al hombre?... ¿Que hice mal?... NO puedo recordar...Olvido...Olvido... ¿Soy libre otra vez! Empiezo a correr más rápido, más rápido que el viento y que la estrella que cae, se diría... ¡Sí! ¡Se diría que puedo volar! Saltan chispas de fuego a mi lado, en forma de cometas, quiero una.
Mi cabeza está quieta en la arena tibia que acaba de acogerme, el hombre vestido de bailarina está de pie, a mi lado. Todos gritan, arrojan flores las mujeres y los hombres sus sombreros, aplauden, son felices. La "fiestas" ha terminado. ¿Por qué esas mulas me llevan arrastrando en medio de la algarabía infernal? ¡No estoy muerto! ¡No estoy muerto! Mi sangre, casi toda la que tenía, quedó en la arena, y ¿no hay nadie que me llore...? ¿No hay nadie...? Sí, alguien llora, el testigo. Ese, que está soñando y prestando voz a mi martirio. Desde aquí veo la plaza, la multitud, la ciudad entera. No sé o no puedo diferenciarme del testigo que me ha prestado su voz. Gracias por estar aquí. Gracias por tus lágrimas. Gracias por tu dolor

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