lunes, 11 de abril de 2011

Cada uno de nosotros...

Cada uno de nosotros nacemos con unos atributos especiales, descubrirlos y potenciarlos es uno de nuestros logros más positivos y enriquecedores

Con demasiada frecuencia nos decimos a nosotros mismos que no somos capaces de hacer esto o aquello, y la mayoría de las veces ¡¡¡Ni lo hemos intentado!!! damos por hecho que nos faltan las cualidades o aptitudes necesarias para poder llevar a cabo la empresa en cuestión. Pero lo que en realidad nos sucede, no es tanto nuestra creencia de incapacidad, sino el miedo a fracasar. 
Nos han hecho creer tanto que para ser aceptados tenemos que ser triunfadores, que nos da un miedo atroz intentar cosas nuevas o diferentes por no saber si seremos capaces de llevarlas a cabo. Le damos más valor a la consecución que a la actuación, y con esas premisas, es fácil que no lleguemos a conseguir las metas que nos proponemos. Estamos fracasando antes incluso de dar el primer paso.
Si bien es cierto, que algunos nacen con unas aptitudes innatas que se manifiestas sin ser ellos conscientes, a la mayoría de nosotros nos toca aprender a desarrollarlas. No traemos un libro de instrucciones debajo del brazo que nos indique el recorrido que debemos hacer, éste lo vamos creando nosotros a medida que vamos experimentando, y dentro de la experimentación, ineludiblemente, están los errores, a los que equivocadamente denominamos fracasos.
Cuando somos bebés y comenzamos a caminar, nos caemos una y otra vez, en ocasiones salimos de esas caídas con chichones, contusiones, magulladuras o arañazos, pero no por ello nos sentamos en el suelo y nos negamos a intentarlo de nuevo. Nadie nos dijo todavía que eso era un fracaso, ni nosotros creímos que lo fuera, y por lo tanto, seguimos intentándolo hasta que conseguimos aquello que estamos destinados a hace: caminar. Y lo mejor de todo, es que además, disfrutamos al hacerlo, porque podemos recorrer mundos nuevos que antes no estaban al nuestro alcance. En nuestro interior una fuerza poderosa nos empujaba a descubrir uno de nuestros atributos especiales, y lo hicimos.
Pero cuando crecemos nos hacemos más conscientes de nuestras caídas, nos cuesta más levantarnos y seguir adelante en nuestros intentos, y conseguir las metas que deseamos alcanzar se hace cada vez más difícil. Tenemos miedo al ridículo, al qué opinarán o dirán de nosotros, a equivocarnos, a salir lastimados, a que no nos quieran... y lo peor de todo, es que somos nosotros mismos los que estamos juzgando, sentenciando y condenando nuestras propias capacidades antes de ponerlas en práctica al no permitirnos desarrollarlas por miedo al fracaso y a no ser aceptados. Es entonces cuando dejamos que los demás nos pongan las etiquetas de lo que debemos ser, y que la mayoría de las veces, no dejan de ser meras formas de ganarnos la vida, pero que nos apartan de nuestra verdadera vocación, de aquello que en nuestro interior pugna por salir.
Nos acomodamos a nuestros roles y nos sentimos infelices, sabemos que algo no funciona pero nos empeñamos en seguir adelante, en hacer lo que se espera de nosotros, sin darnos cuenta, que lo que hacemos o damos, no tiene nada que ver con lo que en realidad somos. A veces necesitamos que nuestra vida se convierta en un caos para hacer los cambios y reajustes que necesitamos, que se nos desmoronen nuestras estructuras, que se vengan abajo los cimientos de la casa que hemos construido por el tejado, para darnos cuenta que no somos aquel papel que representábamos.
Es entonces, cuando muchas cosas se dan por perdidas, que nos volvemos más valientes y osados y dejamos que afloren al exterior aquella aptitudes que no habíamos descubierto o nos habíamos negado. Cuando tenemos que nadar contra corriente, salvando los escollos de las opiniones de los demás que nos tachan de locos o irresponsables porque nos salimos del camino marcado, que desarrollamos aquellos atributos especiales que guardábamos en nuestro interior, y damos lo mejor de nosotros mismos. 
Cuando perdemos el miedo a fracasar, al que dirán, a no ser aceptados, es cuando nos reencontramos con nosotros mismos, cuando aprendemos a amarnos por lo que somos y no por lo que aparentamos, y es, en ese preciso instante, cuando comenzamos a amar lo que hacemos, porque lo que hacemos sale de nuestro interior, de las capacidades ocultas que estamos potenciando. Nos entregamos de corazón a la tarea, creamos desde el fondo de nuestra alma y lo compartimos con los demás, y eso enriquece todo lo que tocamos.
No esperemos a que nuestra vida se convierta en un verdadero caos para descubrir aquello que estamos destinados a ser, no nos dejemos arrastrar por la corriente de la conformidad y la resignación, porque siempre hay un recodo en el camino que nos conduce al lugar que deseamos alcanzar, tan solo debemos estar dispuestos a intentarlo a pesar de las veces que nos caigamos. La vida se encargará del resto.

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