domingo, 3 de abril de 2011

La alegría y la felicidad nacen...

La alegría y la felicidad nacen de nuestro interior, no hay acontecimientos externos que nos lo garanticen

Con demasiada frecuencia creemos, que los causantes de que nuestra vida sea plena y rebosante de felicidad o por el contrario vacía y carente de ella, son las circunstancias que la envuelven. La vida simplemente pone a nuestro alcance las situaciones, las vivencias y las personas que interactuan con nosotros, el resto es cosa nuestra. Un día mojarnos bajo la lluvia puede ponernos de mal humor, enfadarnos, deprimirnos o dejarnos indiferentes, pero otro día causarnos alegría, animarnos haciendo que rebosemos energía y entusiasmo. Por lo tanto, la lluvia no es la responsable de nuestro estado de ánimo, es cómo la vivamos nosotros, de nuestra percepción del momento.
No es lo que nos sucede, sino cómo respondemos nosotros a lo que nos sucede. Somos los únicos responsables de nuestros estados de ánimo. Los sucesos solamente son el camino por el cual transitamos: correr, andar, saltar, tropezar, caer, levantarse, descansar, avanzar... solo podemos decidirlo nosotros mismos, el camino tan solo nos presenta el recorrido.
La alegría y la felicidad nacen del centro de nuestro ser cuando estamos en paz con nosotros, con nuestro entorno, y esa paz no quiere decir que seamos los afortunados del número que marca la ruleta, los pocos a los que no les sucede nada malo, o los que lo tienen todo de cara. Situaciones problemáticas las tenemos todos, y todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos pasado por experiencias traumáticas y conflictivas, experimentado la pérdida, la separación, hemos tenido altos y bajos en nuestra existencia, nos han defraudado, nos han rechazado... lo que marca la diferencia, no son las cartas que nos tocan en el juego de la vida, sino como jugamos nosotros con esas cartas que nos han tocado en suerte.
Si cada vez que nos sucede algo, que nosotros consideramos negativo, nos anclamos en el suceso viviéndolo desde el "pobrecito de mi", tan solo experimentaremos la tristeza, la amargura, la desolación, seremos infelices y nuestra vida estará carente de color. Si por el contrario, ante ese mismo hecho negativo, sacamos pecho, lo afrontamos, luchamos por salir adelante, y renacemos de nuestras propias cenizas, la satisfacción de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos, independientemente del resultado final, nos aportará la paz de nuestro interior que se traducirá en felicidad y alegría.
No es malo llorar, ni enfadarse, ni enojarse con lo que nos sucede, una buena rabieta o un buen llanto son liberadores, pero después enjuaguemos las lágrimas y serenémonos para poder ver las cosas tal cual son y pongámonos manos a la obra, porque tal vez aquello tan negativo que nos ha llevado hasta ese instante en nuestra vida, sea el mejor regalo que nos hayan ofrecido.
Los acontecimientos son caramelos envueltos en papeles de diferentes colores que nada dicen del sabor que encierran, nos ofrezcan el que nos ofrezcan, saboreemoslo de principio a final, solo así sabremos si su sabor nos gusta. La felicidad y la alegría no están contenidas en el envoltorio ni en el caramelo, están en el acto de paladearlo, y solo nosotros podemos hacerlo.

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