Hace falta comprensión, tiempo y confianza para conseguir crear una verdadera amistad con alguien. Cuando me acerco a una época de mi vida de incertidumbre total, mis amigos son mi tesoro más preciado
Amistades podemos tener muchas, que nos escuchan y comparten con nosotros momentos inolvidables, pero los verdaderos amigos son escasos, porque son el regalo especial que la vida nos ofrece para que no recorramos solos el camino. Ellos no aportan fortaleza y nos sostienen cuando las tempestades se hacen tan virulentas que amenazan con engullirnos. Son aquellos que ríen y lloran con nosotros, que nos abrazan y consuelan, que nos dan aliento, y los que llegada la ocasión, nos dicen las palabras justas para que reaccionemos, aunque a veces esas palabras escuezan en el corazón. Son la familia del alma que nos arropa en nuestro crecimiento, que nos anima a continuar hacia delante cuando nos negamos a dar un paso más, los que están allí por encima de todas las cosas. Son la red que se teje a nuestro alrededor cuando estamos a punto de saltar al vacío porque hemos perdido la esperanza. Son aquellos que comprenden que la amistad tiene dos caminos, el de ida y el de vuelta, y aceptan las debilidades del otro de la misma manera que los amigos aceptan las suyas propias. Afortunadamente he tenido la suerte de disfrutar de este regalo de la vida, y me siento agradecida por ello. Tal vez hubiera podido recorrer mi camino sola, pero no hubiera estado tan rico de experiencias como lo ha sido. Doy las gracias a mis amigos del pasado que crearon puentes para que llegara a mi presente. A los que forman parte de mi vida en estos momentos porque son los que me sostienen. Y a los que llegarán en el futuro y me darán la mano para que siga caminando. A todos ellos simplemente les digo "Gracias por estar a mi lado".
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