La prodigiosa riqueza de la experiencia humana perdería parte de su gratificante poder sino hubiera limitaciones que superar. El momento de conquistar una cima no sería ni la mitad de precioso sino hubiera valles oscuros que atravesar
Mientras nos empeñemos en ver las situaciones que se nos plantean día a día como enormes piedras en nuestro camino que nos imposibilitan en paso hacia el otro lado, seguiremos sumidos en la desesperación de una vida incomprensible y con la creencia de victimismo muy arraigada en nuestro interior. Nos creemos víctimas de las situaciones, el "pobrecito de mi" es el estandarte que ondeamos para justificar nuestro derecho a quedarnos varados en la playa de las lamentaciones. Todo parece conspirar a nuestro alrededor para que las injusticias de la vida nos aten con fuertes nudos a unas circunstancias de las cuales no podemos desprendernos.
Sino perdiéramos tanto tiempo lamentándonos de lo que nos sucede, podríamos darnos cuenta que las fuertes lazadas que nos retienen son apenas ataduras quebradizas que se desintegran cuando damos el primer paso, y que aquella enorme piedra que nos impide seguir adelante, es tan solo el indicativo de que tenemos otros caminos alternativos para recorrer y llevarnos a lugares mucho más hermosos.
La vida es una carrera de obstáculos y nosotros los corredores que día a día nos entrenamos para superarlos y alcanzar la meta, si nos quedamos parados observándolos desde la distancia, asustados por la dificultad que representa sortearlos y negándonos a participar en la carrera porque son demasiado altos para nosotros, nos perderemos el disfrutar su recorrido, sentirnos orgullosos de cada tropiezo que hemos dado y de cada obstáculo superado. Puede que lleguemos magullados de los golpes recibidos, agotados, incapaces de dar un solo paso más, pero cuando sin aliento echamos la vista atrás y vemos el recorrido que hemos sido capaces de sortear, recobramos el aliento y la energía y saltamos de alegría. Si hemos sido capaces de acabar esta carrera, seremos capaces de afrontar todas las que se nos pongan por delante con la satisfacción de que hemos afrontado nuestros miedos, plantado cara al infortunio y dando un si a nuestros sueños.
La próxima vez que en el juego de la vida te toquen, las que crees que son las peores cartas, no te quedes atrapado en ese contratiempo, lánzate al juego y disfrútalo, tal vez no ganes la mano, pero te habrás divertido en el intento y habrás conseguido experiencia para apostar por ti en las siguientes partidas que se te presenten.
Ganar no es el fin del juego de la vida, así como hacerlo en el menor tiempo no es la finalidad de su carrera, disfrutar del recorrido y saborear el triunfo de haber conseguido participar en ella es el premio que nosotros mismos nos entregamos al llegar a la meta.
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