Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca hiciste
Nos pasamos la vida lamentándonos de que siempre nos suceden las mismas cosas, que estamos inmersos en un círculo del que no podemos salir, y sin embargo ¡¡No hacemos nada por salir de él!! Es muy fácil quejarnos y achacar las culpas al tiempo, al trabajo, a la familia, a la edad, al estrés, a la sociedad, a la economía... a mil y una circunstancias que nos rodean y que hacen que nuestra vida no sea la que realmente queremos vivir, pero somos incapaces de mirar alrededor y darnos cuenta de que, la mayoría de las veces, esas circunstancias las creamos nosotros con nuestra actitud o por la falta de ella. Estamos tan acostumbrados a pasar la responsabilidad de lo que nos sucede a los demás, de sacarla afuera y no asumirla nosotros mismos, que nos creemos que todos y todo tienen la culpa menos nosotros. Y no es cuestión de culpa de lo que aquí hablamos, sino de responsabilidad, de asumir cada uno la parte que le corresponde, porque sino lo hacemos nos pasaremos la vida lamentándonos y nunca alcanzaremos lo que realmente deseamos.
Si no me siento responsable de las cosas, no puedo asumir que lo mismo que cree mis circunstancias ¡¡Puedo cambiarlas!! Si algo de lo que sucede en nuestra vida no nos gusta somos los únicos que tenemos los mecanismos necesarios para cambiarla, y si es algo que se escapa a nuestro control, también somos los responsables de cambiar las emociones que esta situación nos provoca.
Si no puedo derribar la pared que obstaculiza mi paso, y una y otra vez me lanzo de cabeza tratando de derribarla, lo único que voy a conseguir va a ser un enorme chichón y un dolor impresionante de cabeza. Los humanos somos seres tercos por naturaleza, y los únicos capaces de tropezar siempre con la misma piedra, pero también tenemos el raciocinio suficiente para darnos cuenta de cuándo algo no está dando los resultados esperados y se está convirtiendo en un verdadero problema. Es entonces cuando debemos observar ese obstáculo desde todos los ángulos posibles, intentar su abordaje desde una perspectiva diferente, y si verdaderamente es inamovible... aceptarlo, y tal vez de esa manera, sin hacer ninguna acción, logremos derribarlo. Cuando dejamos de luchar contra él es cuando nos damos cuenta de que aquel problema que tanto nos agobiaba a dejado de existir, y no es que haya desaparecido ¡¡¡Es que nosotros hemos cambiado de actitud frente a él!!! Al aceptarlo somos capaces de verlo desde una profundidad diferente, de modificar los sentimientos con los que nos enfrentábamos a él y que nos hacían daño, y por lo tanto, lo estamos viviendo de una forma distinta, con más serenidad y sabiduría, sin la negatividad que nos tenía atrapados y que nos angustiaba imposibilitándonos vivir plenamente. No es que las circunstancias hayan cambiado, ni que los demás lo hayan hecho ¡¡Hemos sido nosotros los que hemos cambiado!! Los que hemos aceptado el reto y salido vencedores, alcanzando aquello que habíamos deseado.
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