¡Oh Gran Espíritu! Apártame de juzgar o criticar a otro, mientras no haya caminado en sus mocasines durante dos semanas
Con que facilidad nos tomamos la libertad de opinar, juzgar, criticar, sentenciar... a los demás sin tener en nuestro poder todas las causas y motivaciones que los han llevado a tomar sus decisiones o actuaciones. Cada cual se mueve dentro de unas circunstancias de las que los demás son ajenos. Todos llevamos una inmensa maleta cargada con nuestro pasado, nuestro presente, nuestras emociones, nuestras formas de entender la vida, nuestras circunstancias, nuestros miedos. Es un bagaje que solo pertenece a la propia persona que lo lleva con ella, y es el que le hará recorrer sus caminos, acertados o equivocados, pero no corresponde a nadie juzgarlos.
Cuesta tomar decisiones aún cuando se es el depositario de una historia, pero con cuanta ligereza opinamos los demás sin tener a nuestro alcance ni una mínima parte de la información. La envidia y los celos nos juegan muy malas pasadas, toman el mando en cuanto nos descuidamos, siembran en nuestra mente con una rapidez asombrosa y germinan en nuestro corazón sin que nos de tiempo de arrancar las malas hierbas.
¡Cuánto nos cuesta alegrarnos por los logros de los demás! siempre vemos fantasmas que se ocultan tras los rincones oscuros. Sacamos conclusiones muy a la ligera, porque en el fondo desearíamos ser nosotros los que los hubiéramos obtenido. No es malo desear las cosas buenas que les ocurren a otros, esto forma parte de la superación humana, el darnos cuenta, de que si los demás lo consiguen, nosotros también podemos lograrlo, y luchar por superarnos y conseguirlo, pero cuando en lugar de alegrarnos albergamos rabia, ahí solo hay negación de nuestros propios logros y capacidades.
Nadie sabe las circunstancias que mueven a los demás a tomar sus decisiones o a actuar de la forma en que lo hacen. Somos desconocedores del camino que han conducido hasta ese logro. Y lo más importante de todo ¿es un logro? Porque las cosas no son siempre lo que parecen, lo que hoy en un éxito mañana puede convertirse en un fracaso, y entonces, tal vez, nos alegremos de no haber conseguido aquello que tanto habíamos envidiado.
Cada cual tiene sus experiencias de vida, a nadie corresponde juzgar ni criticar las del vecino, bastante trabajo tenemos con llevar a cabo y responsabilizarnos de las nuestras propias. Alegrémonos de los logros de los demás, trabajemos por alcanzar los nuestros, y olvidémonos de lo demás. Sigamos nuestro camino con nuestros propios zapatos y no envidiemos nunca el de los demás, porque tal vez podrían hacernos unas llagas dolorosas difíciles de curar.
Sí, a mí la lección de vida más grande que me ha dado la vida es a dejar de juzgar o criticar. Cada uno está en su camino y hay que respetarlo
ResponderEliminarCierto Mª Jesús, es una de las lecciones más importantes que tenemos que aprender en esta vida... y a muchos nos va a costar marcharnos de ella con un aprobado. Cuando creemos que ya tenemos superada esta fase la vida nos pasa examen y nos damos cuenta de que todavía hay algo ahí que nos empuja a seguir juzgando o criticando las actuaciones de los demás. No podemos bajar la guardia hasta que no lo tengamos totalmente interiorizado. Sobre todo debemos mantenernos atentos hacia esos juicios o críticas que van dirigidos hacia nosotros mismos y que nos convierten en juez, jurado y acusado de nuestra propia vida, impidiéndonos ver más allá de lo que nos sucede y sin darnos la oportunidad de vernos a nosotros mismos con indulgencia y tolerancia. Tan importante es respetar el camino de los demás como el nuestro propio. Gran lección que una vez aprendida nos aporta una gran sabiduría.
ResponderEliminarUn abrazo.