La vida es realmente oscuridad, salvo donde hay impulso. Y todo impulso es ciego, salvo donde hay saber. Y todo saber es vano, salvo donde hay trabajo. Y todo trabajo es vacuo, salvo donde hay amor
Nos esforzamos por aprender, porque alguien nos dijo un día que el saber aporta libertad, pero no nos enseñaron, o no comprendimos, que para ser verdaderamente libres no basta con aprender. Si todas y cada una de nuestras experiencias no va acompañada del amor, lo que aprendimos se queda vacío, sin luz, sin impulso para seguir hacia delante, sin trabajo que realizar, sin sentido. Porque el amor es el motor y la energía de todas las experiencias, las buenas y las malas. Sin amor no integramos lo que aprendemos, repetimos una y otra vez las mismas experiencias desde diferentes ángulos, y no llegamos a comprender el por qué de este bucle en el que nos vemos atrapados. Cuando cambiamos los "por qué" y los transformamos en "para qué", estamos poniendo amor a la experiencia, dándole luz, aprendiendo e integrando. Todos deberíamos tener una máxima en nuestra vida y aplicarla: "No hacer al prójimo lo que no deseamos para nosotros mismos", y éste es el precepto que debería guiar las acciones de nuestra vida: AMAR. Entonces, y solo entonces, aprenderemos a ser libres, nos sentiremos libres y daremos libertad.
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